Víctor Alejandro Espinoza Valle ha sacado a la luz las memorias de su abuelo. Al hacerlo, la vida de don Crispín deja de ser anécdota privada para convertirse en una crónica compartida de creencias, tradiciones, ritos, modos y maneras propias de la región fronteriza México-Estados Unidos. Más que un recuerdo entrañable, este libro es un retrato colectivo que se forma a partir del rostro de su protagonista: una cara cuya vida fue testigo de los tiempos, asistente a la historia que se escribe todos los días y confirmación de que a través de la comparación de nuestras diferencias los hombres descubrimos nuestras similitudes y semejanzas. Nuestro pasado está poblado por fantasmas que no deambulan en vano: sus huellas marcan nuestro presente y sus ejemplos determinan los muchos futuros posibles que tenemos al alcance.
Nuestro país está trazado por diversas y divergentes porciones que conforman un mural caleidoscópico cuyo valor y unidad descansan sobre la diversidad plural de sus paisajes y costumbres. Con la fluidez de su buena prosa, el aval de su amoroso interés por el tema y su incuestionable filiación por la región y por sus habitantes, Espinoza Valle presenta aquí el mural de la frontera norte de México, el retrato de su abuelo don Crispín e , irónicamente, un espejo que atrae a cualquier lector.