La vida callejera es uno de los efectos extremos del retorno forzado en las ciudades fronterizas del norte de México. En la ciudad de Tijuana habitan personas en situación de calle que han tenido experiencias de retorno forzado desde Estados Unidos; personas situadas en los recovecos urbanos donde viven fuera de todas las obligaciones ciudadanas, pero a su vez al margen de algún derecho del cual beneficiarse; que reciben solidaridad a cuentagotas y experimentan asedios brutales por las fuerzas del orden policial o por agentes del crimen organizado. Seres humanos cuyas vidas están atravesadas por barreras que se han interpuesto a lo largo de su trayectoria vital: muros físicos, como el de la frontera, pero también muros políticos, sociales y simbólicos, como la exclusión migratoria, la discriminación y el rechazo.
Además de reconstruir etnográficamente el proceso de precarización transfronteriza, aquí se ofrece un modelo analítico –el vórtice de precarización– para estudiar las dimensiones que operan, de manera violenta y excluyente, en la degradación de las condiciones materiales y sociales de la vida de quienes habitan en los espacios residuales de los límites nacionales entre México y Estados Unidos.